El científico loco.

continuación de El cientifico.

─ ¿Y si no gana el Nobel? ¿Quién irá a su funeral?

Esas palabras de aquel señor con gorro de pesca, se le habían quedado grabadas en la mente científica del científico loco. Llegó a su casa, dejó las llaves donde siempre; prendió el televisor para que hubiera ruido en la casa que era grande para él solo y sirvió café negro sin azúcar, como siempre lo había hecho.
Hacía esas cosas por costumbre porque su mente estaba dando mil vueltas y desesperado se preguntaba:

¿Quién soy? ¿Quién soy? ¡¿Quién soy?!
¿Qué he hecho con mi vida? ¿Estoy realmente vivo? ¿Me convertí yo en un saco de moléculas?
¡Qué hago, qué hice!

Para luego cambiar a:

¡He perdido la cordura y me he dejado guiar por las palabras absurdas de un señor sin oficio!
Yo estoy bien, haré algo productivo ¡Todos conocerán el nombre de Albert Flint Frankhauser!
No importan ellos, sólo yo. Yo, yo y mis teorías.

Y así sucesivamente, hasta que tiró la taza de café al que nunca le dio un sorbo, fue a su despacho y miró todos los libros de ciencia que guardaba; de aquí para allá tiraba, buscaba y rompía los libros como si ellos le fueran a dar la respuesta. Cuando se miro en el espejo y lo rompió al gritar: ¡¿Quién eres?!
Fue como un torbellino que paso por su casa, terminó todo hecho un lío y más en su cabeza.

Agarro su única maleta, metió ropa a montones y cosas necesarias, cogió los ahorros de tu su vida, entonces salió de su casa como bala y ningún vecino lo volvió a ver.
Viajó lo que le quedó de vida, hizo las cosas más extrañas y bizarras que nunca pensó hacer, pero al fin vivió.
Así es como el científico se convirtió en loco, el científico loco.